domingo, 5 de noviembre de 2017

El soplo de un dios

No pude acariciarte,
mas ahora que vuelvo a recordarlo
te pregunto:
¿cuántas caricias son precisas
para que aparezcas
vestida de tiempo
o desnuda de mí,
blanda de carne y sangre,
temblando entre mis manos
para que yo forme con todo ello
un cuerpo mortal que me aconseje
las formas del barro,
las órdenes de un dios que con su soplo
levante un polvo de vientos veniales
y en ti se den nuestras manos un abrazo
de tiernas palabras cálidas y hermosas?

Tócame aquí
ahora que la ausencia ve
lo que nunca vio nadie.