viernes, 24 de marzo de 2017

Las alas encendidas de este minuto

Este hombre que no va conmigo
pero que presiento o sospecho tras de mí
sacando hilvanes de sangre de mi espalda,
se pregunta de qué descosidas cicatrices
nació la palabra ausencia,
la be de ravia,
la uve de libre,
la hache mundana que mira
los pies desnudos,
las alas encendidas de este minuto
que vuela
perdido para siempre
en un sueño que se realiza
cada vez que te miro,
cada vez que te beso o que te abrazo
mientras planchas volubles camisas
o enhebras agujas de saliva
y coses a mi espalda el desorden de la tuya
a las tres de un mañana,
a esa hora tan hermosa
en la que te despiertas para mirarme de nuevo,
como sólo los amantes vuelven
hermosos,
más hermosos que nunca.

Larvas

Tengo una edad provecta, madura y antigua
y soy al margen del hombre, poeta.
Creí que con eso podía conjurar
el maleficio. La capacidad de modificar
la belleza, las cosas de la vida,
su trámite indeleble.

Guardo oscuras crisálidas en cajas de madera.
Futuras mariposas que en invierno
morirán de frío. Algunas revolotean dormidas
junto al calor de bombillas encendidas.
Cuando me siento solo lleno los bolsillos 
de esas oscuras larvas
y siento palpitar el corazón de las mariposas
junto a la soledad de mi sangre.

Una mariposa negra revolotea dentro de mí,
me dicta el poema que jamás escribo.