jueves, 2 de marzo de 2017

Migración

¿Acaso yo, cansado, aburrido y ciego, a estas alturas de la fácil muerte, me incorporo al mercado de la palabra y debo competir por un espacio en el reparto de anexos?, se preguntó el poeta aledaño, dando de comer a una multinacional de versos que repartía egos en la esquina sombría de los notables. ¿Acaso yo? Yo, que no fui si no una llama, que después del fuego dejó impresa su ceniza de sombra sobre las rocas. Una voz quemada y rota, después de que la garganta ahogó su silencio de pánicos.

Qué envidia mirar al cielo y ver pájaros que emigran.