martes, 12 de enero de 2016

Sobre amarillo

Yo tengo las manos blandas,
tú escribes en un libro, tomas notas,
recuerdas aquel invierno,
yo chupo las puntas de tus dedos
y te recito versos de un poeta veneciano:
“Qué pureza un desnudo o adolescente muerto
en las inmensas salas del recuerdo en penumbra”.
Las cortinas son cómplices
de esta ausencia de formas
aunque la penumbra señala
con un dedo mortal e impaciente
que todas las sombras van acomodándose
a persianas, cortinas
y visillos entrevistos.
Van acoplándose las sombras
a tu encuentro de carne con placer de otra carne
que a nosotros sorprende
como un cristal opaco
de fisuras, azogues, berilios y cardúmenes,
porque tiene el mar su ausencia de musas
y su grito mudo de sirenas varadas,
y tus ingles un misterio de costumbres,
de ceros plenilunios
al borde desafecto de una prenda exacta,
que no íntima,
guardada en el cajón de la vida
junto a antiguos recuerdos.

Yo leo un diario, tomo notas,
tú lames mis labios
y consultas unas viejas cartas de amor
encerradas todos estos años en un sobre amarillo.





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