sábado, 9 de mayo de 2015

Merecido final

Ayer por la tarde, cuando los grillos cantaban
y las nubes recelaban del sol,
apareció colgado por un hilo de esperanza,
de un viejo cerezo
con más de sesenta años de cerezas
a sus espaldas
y ramas cargadas de recuerdos,
un poema.
Cuando descolgaron el cadáver
de papel blanco tamaño DIN-A4,
en uno de sus bolsillos se halló
una nota que decía:
mi existencia no tenía razón de ser,
nadie me leía.
El forense encargado del deceso comentó:
“Nunca me gustaron los poemas optimistas.”

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