lunes, 3 de noviembre de 2014

Regreso

1
Cuando venga la noche de animales fatigados en lo oscuro,
en derredor nuestro nacerá una espiga mortal de latitudes,
una trenza genial de vinos y colores marchitos.
Cuando venga la noche que venga pronto,
podremos descorrer las cortinas, levantar las persianas,
que nos invada su luz y que el sol se contamine
de nuestras sombras, viajeras hacía lo oculto,
hacía lo que el otro jamás ve.
Para conjurar misterios, cosas de lo hondo
lo íntimo o hermético,
breves presagios que moran en la lengua,
me miras con rígida y lánguida nostalgia.
Anida en nosotros, propagada, la certeza
de que mentimos al tocarnos,
de que nuestro temblor nace de una eterna duda.
Y de que así, cuando venga la noche
una y otra vez nos volveremos a amar.
2
Pero si aún no regresas del trópico amargo,
allí donde se unen escarpas y laderas
y coinciden enormes labios de jugosa savia amarga.
Si aún no regresas con tu feroz dentadura
de pantera y arsénico,
seguiré ensartado por largas y venenosas esperanzas,
seré un hilo de luz, un alma encendida
en cada piedra, en cada árbol;
seguiré comprendiendo a la roca
y a sus líquenes dulces y extraños.
Orgiástico, en una danza convulsa y hechicera
perpetuo, martirizado y vudú,
creyendo en tu regreso temblaré toda la noche.
Baile que sólo entienden las monas y las culebras.