miércoles, 20 de agosto de 2014

Alias

A lo largo de mi vida
fui firmando poemas con nombres falsos
y algunos conocieron a un "Tomás Rivero"
que a mí me era desconocido.
Mi nombre nunca apareció
en los papeles. Conseguí ser anónimo.
Un franco y sincero tirador de poemas al agua,
como hombre al mar, con viento en las solapas.

¿Qué pretendía?
Sinceramente: escurrir el bulto,
este bulto sospechoso que despierta el recelo
de lo que se ignora.
Pretendía dar la cara de otro.
Odio la gloria. La fama. Ser señalado:
"Ese es el poeta que no merece
ni su nombre de pila, y menos el de poeta".

Quería ser un desapercibido. No estar.
Ser un anónimo. Dos. Tres.
De eso se trataba.
De esta manera al morir yo
ellos quedarían aquí
puesto que yo siempre dudé de mi existencia.