Dijeron en la noche menudencias de patio,
se oyeron clamores y ayes en la distancia que separa
los sueños de la sangre,
y los cuerpos se ajustaron a la esclava escarpia,
junto al viejo muro azul y gris, casi demolido.
Deshumanizadas gargantas sepias y negras gritaron
palabras obscuras que decían:
que nadie sepa el secreto que encierra
el misterioso enclave,
el trazo que desgarra el orbe,
que nadie sepa el oculto número
de la violácea herida que supura palabras blancas,
culebras y semillas,
placebos y estramoniun.
Al hacerse el silencio se escucharon de nuevo
menudencias de patio,
vecinos reían asomados a balcones y ventanas
y era muy tarde en las pisadas del inútil transeúnte.
Cielo de invierno,
en la noche los corazones laten
como un borrón blanco en el barro.
Aun hoy, hay un eco lóbrego
tras los visillos grises.
Se comenta que nadie puso interés
en ser cierto.
Tal vez no acabe nunca de hacer este poema. -J.M. Caballero Bonald-
lunes, 12 de mayo de 2014
Cernuda
me hice acompañar un mes, un año o dos
por Luis Cernuda.
Salimos a caminar, que es la mejor forma
por Luis Cernuda.
Salimos a caminar, que es la mejor forma
para poder empezar a compartir.
Pero él sólo encendió las calles
con su paso fino,
el asfalto negro y brillante encharcado
por la lluvia.
El agua cada vez más delgada y
dulce,
mi mano por su hombro, caminamos
largo trecho
con los ojos mojados y muy
sonrientes.
Desde entonces no ha habido nadie
capaz de consentirme.
Fue hace poco, muy poco, ayer,
absolutamente ayer.
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