viernes, 28 de noviembre de 2014

Inicio del poema

Escribía con lápiz de grafito
de afilada punta
aguzada al filo azul de la navaja
y borraba los errores del carbón
con miga de pan
sacada de una hogaza de hambre
algo de tristeza y hasta un poco
de nostalgia
al comprobar cada día
que no tener era una forma
incluso una fórmula
casi matemática
de estar en la vida.

Un poco más allá
comenzaron los desiertos.


5 comentarios:

HOSTAL MI LOLI dijo...

Amigo, paso a saludarte y te robo poesías jajajaja. Besos.

Tomás Rivero dijo...

Supongo que vienes por lo primero, Loli. Y que el robo es una consecuencia de lo segundo, es decir, ya que pasaba por aquí trinco algo.

Un beso, ladronzuela.

Shandy dijo...

En uno de los restaurantes más lujosos y caros de Nueva York, una mujer fumaba mientras comía. Y sobre un panecillo ,que usaba de cenicero, depositaba las colillas. Esta anécdota, que cuenta Alberto Savinio en "Nueva enciclopedia", bien podría servir de argumento a un relato que titularía "El hambre de los estúpidos", para no ser tan obvia y titularlo "El pan de los pobres".

También me hace recordar a un austero Patriarca en cuya mesa negarse a acompañar la comida con un trozo de pan eran un agravio y un flagrante desprecio. Todo un símbolo, el pan, de la clase a la que procedía.Y que representaba valores esenciales: lo honrado, lo sobrio, lo natural.

Sin pan, sólo quedan desiertos.

El poema es tan sencillo y sabroso como una hogaza de pan.

Besos de pan

Shandy dijo...

Quise poner "de la clase a la que pertenecía". Y ya puestos a corregir,quitemos la "n" al imperfecto del verbo ser: Era un agravio y un...

Tomás Rivero dijo...

Conocí ese libro de Savinio hace poco, y leí algunas de sus historias o miradas tan particulares, me sorprendió encontrar a un hermano del pintor metafísico Giorgio de Chirico escribiendo tan agudamente de las cosas sencillas y otras no tan sencillas.
El pan es el alimento fundamental de todos aquellos que se sientan a la mesa en este planeta, es el alimento común de todos nosotros. Teníamos que darle un beso cargado de religiosidad cuando caía al suelo. Y los "patriarcas" de entonces no entendían que la comida no fuera acompañada de la correspondiente ración de pan: se comía pan con todo, menos con pan, que era comida de tontos.

Me gustaría leer un día ese relato al que titularías "El hambre de los estúpidos". Atrévete.

¡Ah! y disculpa si te dejé olvidada durante seis días sin responder a tu comentario. No es "norma de la casa". Lo siento.

Un beso hambriento, Shandy.