sábado, 8 de noviembre de 2014

Cuando yo era griego

Cuando yo era griego tenía una espalda
de cestos cargados de manzanas,
llevaba una espada de lirio templado
a la cintura del día que nunca era mio,
y una mirada de zorro
teñida de amaneceres;

cuando yo era griego
apenas quedaban hombres en la tierra,
tan solo columnas de alabastro,
cimientos de templos pasados a cuchillo,
y arenas y cenizas, rescoldos aventados,
y una llama permanente en los ojos
que todo lo miraban
con asombro, con ira, con ternura.

Tenia yo piernas de acero y rumor,
y brazos que sujetaban el cielo
cuando llegaban las tormentas
de dioses soberbios y excitados.

Cuando yo era griego
siempre había bosques petrificados
parados en el paisaje
como hombres que no supieron huir del pánico,
ríos,
sólo piedras,

y una honda

que buscaba la paciencia eterna
del nuevo día,
y con ella apedreaba al sol
por miedo,
a la luna por piedad,
y una vergüenza
que me nacía de la duda
de ser hombre.

Cuando yo era griego,
parecía un poeta que medía
las distancias
entre el suelo y mi pecho,
las rojas amapolas
y el poema,
que volaba junto a pájaros
diminutos y bellos,
huyendo permanentes
de jaulas encendidas
como el fuego de mil guerras;

aquellas ciudades que ardían

cuando yo era griego
pobre y solo
como un pez en el río
en el que nadie quería bañarse,
o beber de sus aguas.

2 comentarios:

Shandy dijo...

Una oda a un Zorba desde el recuerdo. Pero con los mismos ojos del griego de antaño, "que todo lo miraban con asombro, con ira, con ternura". Tres emociones que recorren el poema. Me gusta el contraste de los últimos versos: la mirada compasiva por aquel pez solitario.

Y ya que me has traído a la memoria un Zorba o un Basil, te dejo a estos dos que después de perderlo todo se marcan uno de los bailes más hermosos del cine:

http://youtu.be/4UV6HVMRmdk

Tomás Rivero dijo...

"Zorba el griego", buen baile para una excelente película.

Mi griego está más atrás en el tiempo y creo que tenía por delante un mundo para ganarlo todo. Eso sí, considerando, con la humildad debida, o compasiva, a ese pez solitario, al que no debería olvidar nunca.