Se tapó el recuerdo con la mano
para no tener memoria,
introdujo entre sus dedos
la frente pensativa,
la mirada triste
que sienten en la espalda los amantes
cuando se alejan,
y cerró los ojos
cruzados de pájaros.
Deseoso de la nieve gris del labio que besa
pero no habla,
sumóse a los paseos tambaleantes
de los ancianos
perdiéndose en las sombras,
en el pasado amargo
oportuno y secreto.
Y ya nadie volvió a molestarle
con silencios llenos de murmullos.