jueves, 4 de abril de 2013

Como un dolor de muelas

Las diez y cuarenta. Sabina. No es blues, pero qué más da.
La cota de nieve bajó hasta los 400 metros. Está nevando
en el norte. No se trata de cambio climático. Es que me
duele el hueso más médula.

"Un poco nubecosa entre sienes de ensayo
y algo mucho por cierto indiscernible esqueleteando el aire
dados ay en derrumbe hacia el final desvío de ya herbosos
     durmientes paralelos
son estertores malacordes óleos espejismos terrenos
milagro intuyo vermes
casi llanto que rema
de la sangre"

(Islas sólo de la sangre. Oliverio Girondo)




"Como si llegaran a buen puerto mis ansias,
como si hubiera donde hacerse fuerte,
como si hubiera por fin destino para mis pasos,
como si encontrara mi verdad primera,

como traerse al hoy cada mañana,
como un suspiro profundo y quedo,
como un dolor de muelas aliviado,

como lo imposible por fin hecho,
como si alguien de veras me quisiera,
como si al fin un buen poema me saliera...
una oración.

Como si la arena cantara en el desierto
los cantos de sirena del mar Muerto,
como si para crecer sobraran las escaleras,
como si escribiera un ciego un libro abierto.

Ven a poblar el zócalo de ojos,
siembra de migas de pan caliente
mis canas de alcanfor adolescente.

Ponle al sordo voz y alas al cojo,
bendice nuestro arroz, nuestro minuto,
como si no fuéramos cómplices del luto...
del corazón."

Cerezos

Hay un cerezo antiguo y una uva lejana,
una fruta abierta como un sexo
o un lirio, como una boca húmeda 
o una flor mojada, como una tela
que tiembla licuando un placer contenido,
deleitándose en las brasas azules
de encendidos pétalos de luz.
Una risa de ambos
que se lleva el agua transparente
de cada atardecer,
y una lluvia en mi costado de árboles
donde brotan semillas blancas
de cerezos nuevos.