Si no será que la libertad,
a parte de hacerte libre,
te libera de la libertad de los
otros.
A veces pienso si en la libertad
tuya
o mía
no hay despreocupación.
Si no será que la libertad tuya
me hace menos libre a mí.
Si no será que somos libres
siempre
gracias a la poca libertad
que el otro manifiesta.
Si no seremos libres gracias
a las renuncias del otro.
A la poca libertad que el otro
quiere para si,
que el otro exige para sí.
A veces pienso si no será
que eres libre gracias a mi
renuncia a serlo.
Si no será que no quiero ser
libre
a costa de tu libertad.
A veces pienso que no quiero ser
libre
y eso me hace pensar en tu
libertad
y la veo sosteniendo entre sus
brazos
un grito distinto al del
prisionero,
pero con la exigencia del que no
se siente libre.
Esa permanente exigencia.
Esa libertad que siempre tiene el
otro.
Decir, pensar si acaso uno puede
ser libre,
pensar, si el otro sabe que
lo es.
Si su libertad le pertenece.
Y si así fuera
¿por qué su libertad no es
nuestra?
Y si así fuera
¿dónde nuestra propia libertad?
A veces pienso que si tú me
quisieras.
Si tú. Si tu libertad.
Y si debo resumir el miedo
a la libertad
a veces pienso
que parezco un trámite doméstico.
Un asunto de andar por casa.
Una cosa añadiendo pena a los
muebles.