Yo
habitaré después de ti
y lo
harás tú también sobre la huella
que
dejara abierta un reptil, un simio,
esa
hembra de león.
Seré
un hombre en una plaza
expuesto
a las inclemencias del clima,
a
este ozono firme y frío.
Erguido como
una roca que soporta
el
viento azul del norte, la lluvia gris del sur.
Los
paseantes verán en mí
el
bronce de la futura estatua,
las
afiladas garras de la basilisca arpía,
la
viperina boca de la mítica gárgola.
Un
estático sueño de granito,
una
columna de mármol pentélico.
Más
cerca de ti que nunca,
lejano yo en la llanura de Ática,
siendo aquel deseo
que nunca tuvo De Chirico.