jueves, 18 de octubre de 2012

Los débiles

Existen los débiles y existen los fuertes.
Siempre me gustaron los débiles.
Me gustaron porque ellos lloraban
sin saber por qué.
Mientras que los fuertes sabían las causas
del llanto de los débiles,
los débiles lloraban.
Siempre preferí a los débiles.



Buenos días lluvia

A este amor que se llama ella
o Mª José, o Pepa.

Llueve sobre la ciudad. Llueve sobre la ciudad oscura.
Llueve sobre los ojos de los viandantes que olvidaron el paraguas
para limpiar su mirada de sombras.

Y en esa lluvia uno se pierde.
La mejor pérdida es esa en la que no se pretende
encontrar nada. Me enjabono de ausencias.
Me empapo de defectos
me visto de revueltas
y me nombro amante de profesión.

Solucionar carencias es una estupidez
son ellas las que nos igualan
al amor a los defectos de la vida
las rosas los gatos al ruido de la piel
secándose hidratada de besos
al trole acerado de la noche
o al perdedor por sistema ante el ganador por cojones.

Sigue lloviendo y las maderas se hinchan de paciente humedad.
Hay un crujir de carencias en ellas,
la carencia de aguas las hizo rígidas. Como yo.
Como yo que a estas horas tiro del jazz
y arranco una página de hermosos defectos.
En todas las lenguas hay un crujir de palabras.
El crepitar de la palabra
o la llama de la inocencia.

Buenos días lluvia.