martes, 16 de octubre de 2012

Arcada (cúpula y náusea)

Tapeme de huestes asesinas,
cubrime de hordas imperiales
matome un paladar de golondrina
coleme por amplios ventanales

salí a una tundra de rojos ruiseñores
(al fondo amapolas y anaqueles)
y un orden silencioso y trágico
de amantes mirándose a los ojos.


Citas desinteresadas


....Piluca duerme una siesta matinal sobre la roca, dorándose de sol, mientras a su alrededor se congregan estrellas de mar, erizos de mar, caballitos de mar, medusas de mar que salen del agua (miento: las medusas y los caballitos son faunas estrictamente acuáticas) y trepan a su bañador, igual que ella trepó antes a la roca. A Piluca, el bañador se le repliega y entremete en la raja del culo, dejando al descubierto, sobre la pelvis, una franja de piel blanca. Ahí precisamente, en esa franja, se ha posado una estrella de mar, alargando sus tentáculos con esa pereza entumecida de los invertebrados. Piluca, creyendo que nadie la espía, se ha levantado el elástico del bañador para que la estrella de mar pueda visitar su coño. La estrella de mar levanta un tentáculo, con extrañeza o timidez o misoginia, y avanza hacia el pubis. Piluca la empuja, y una vez dentro, suelta el elástico. La estrella de mar se revuelve en su ratonera y embiste sobre el bañador; finalmente, cuando comprende que no hay escapatoria, se hunde en el coño de Piluca, tan parecido a una gruta submarina, y clava sus brazos como puñales en el clítoris, sus brazos de carne fofa que, a medida que entran en el coño, van suscitando orgasmos que mojan el bañador con un agua aún más salobre que la del mar. Piluca gime, palpitante de placer, y agarra a la estrella de mar del quinto tentáculo cuando ya los otros cuatro navegan por los océanos interiores de su coño, y se masturba tironeando de ese quinto tentáculo, y siente el desgarramiento dulce de los otros cuatro que bogan en el interior de su cuerpo, ramificándose como latidos. Piluca, ahora que se cree a salvo de miradas indiscretas, pierde esa impasibilidad de virgen sáfica, y se deja auscultar el coño, se deja acariciar los labios, y gime, y aúlla, y dice guarrerías y palabrotas. La estrella de mar, con tanto arrechucho y vaivén, sale de su coño hecha un guiñapo, mareada de jugos y trompas de Falopio. Piluca la arroja al mar, indiferente, como quien arroja un desperdicio, y se mete un dedo en el coño, y después se lo huele. Piluca frunce el morrito, como si sintiese asco de sí misma.
-Juan Manuel de Prada-