domingo, 15 de julio de 2012

Siervo de la gleba

Que yo sea un siervo de la gleba
y que a mí me aten,
y que tú propagues desastres

o quiebras personales
con la alegría suficiente

y la rotunda tristeza
como para hacer del disimulo un arte.
Que yo sea vil y pendio, infamante o vílico
más nunca señor de la hacienda y sus enseres;
aspira tú sus aromas,

las maderas, los bosques,
los sacos de simiente,
haz que tu sangre viva
rodeada de mágicos impulsos,

y nazca de mi carne
el vital hilo de vida que nos ata.
Sea yo, por tanto, un fracasado varón,
tú una sombra hembra o una hembra santa,
yo un mayordomo torpe, tú una fruta

sobre bandeja de plata madurando.
Yo siempre un siervo de la gleba,

sometido a un nombre que nunca tuvo letras.