¿Qué piedra a golpear subes ahora,
universal sombra que ardes
incinerada de pasión y ansiada espera,
escanciando tu dolor en ánforas de vidrio?
¿Acaso soy yo esa deidad,
ese extravagante afán?
La ciudad es un profundo pozo.
Fábricas e iglesias,
edificios de altísimas oficinas proyectan sus siluetas,
y las calles me enseñan una vida que presta
oídos a las luces, ojos a los ruidos,
boca a los márgenes propagados
de otras figuras abstractas o mal hechas,
perdidas, errantes, solitariamente únicas.