Regreso de un aciago norte
dónde las serpientes allí
eran de oro
y una certidumbre de riqueza
espesaba el aire.
Pobre,
siempre quise ser pobre,
desde esa pobreza
que me permitiera
exigir
a los hombres
poder leer poemas
izado sobre los huesos
de los veladores
sobre las caries
de las plataformas de acero
abandonadas
pudriéndose en los puertos traicionados
por cobardes
desertores de la red.
Amada
hay un pez en tu mirada
que tan sólo nada si lo miro
los días tristes.
Vengo del norte
camino siempre
del
sur.