lunes, 5 de diciembre de 2011

Apéndice para un epílogo

Ciudades sagradas pasadas a cuchillo,
el fuego de las nicotinas,
el alcohol de garrafas espurias,
las metrópolis troqueladas a puño,
por toneladas de hierro caminan
felinos en llamas,
escarba el toro sobre los escombros
tras cosechas perdidas,
un león acaricia al oso en su guarida,
desde el mar viene un viento cálido
una sal áspera;
huellas de panteras en la arena,
los ciclos se repiten
señalan a épocas remotas
hacen áreas,
ciclópeas murallas, sus perímetros
dibujan círculos, pirámides
y sombras, laberintos,
infortunios de besos ya besados
donde viven labios como llaves
abriéndose puertas como bocas.
Cerrándose, un corazón plantea
que no quiere acabarse.
Y grita que ansía
otro mañana
de silenciosas pisadas de elefantes
sobre el asfalto negro de la noche.

El roto: Gimnasio

¿A dónde vas?

¿A dónde vas que acudes
cubierta de alabanzas,
vestida de panegíricos aromas
soportando el peso del agua,
ahora que sobre tus hombros
descansa la lluvia
y derrama la rosa perfumes infantiles,
el efluvio nocturno
dónde mora el silencio?.

Allí donde te diriges
sólo hay residuos de antiguas
erupciones,
lava apagada, colinas yermas,
palacios en ruina
donde espera un amante
agazapado
tras ágatas envenenadas.

¿A dónde vas amada de alas inciertas?
No acudas al miedo.