domingo, 23 de octubre de 2011

Merienda / 1970 / Frijid Pink: Bye Bye Blues.

Este blues, del que nadie se acuerda, (que levante la mano si alguno hubiera entre el público) es el mejor blues del mundo mundial del entonces año de 1970. Les puedo asegurar que pocos especialistas recuerdan este tema del grupo, más conocido por su versión de "House Of The Rising Sun".
Banda de finales de los años sesenta. De la ciudad de Detroit, Michigan (EE.UU) formada por compañeros de clase o escuela: Kelly Green cantante, Gary Ray Thompson, guitarra, Tom Harris al bajo, Richard Stevers a la batería y Larry Zelanka a los teclados.

Hacía 35 años que le había perdido la pista a este blues, el cual guardo en una cinta casete. Así que me he puesto este blues, y la merienda: unas rebanadas de pan con miel y un poco de vino.







Merienda

Acabo de tomarme dos rebanadas de pan con miel.
Y un blues.
Tomarse dos rebanadas de pan con miel
no es algo extraordinario que merezca
contarse en un poema.
Aunque la miel sea de azahar.
Aunque las haya regado con blues
y dos copas de vino Ribera de Duero.
Pero hoy es un día especial:
paseando por la vida,
esta vida que tanto me cuesta pasear
he recordado que hacía 50 años que no tomaba
pan con miel.
Hoy. Cincuenta años.
Cincuenta años regañado con las abejas.
Hoy es un día diferente:
he tomado por la boca
mi niñez. He buceado en otros amaneceres
he claudicado como hombre:
he recuperado la miel.


BAJO LOS ADOQUINES LA ARENA DE LA PLAYA. BAJO LA ARENA DE LA PLAYA, CERVEZA.

Considerare

Considerando en suma -que diría (o dice) Vallejo-
la muerte accidental del cuerpo que me porta
o la caries del traje que me viste
accedo triste al cero que me suma
a la masa que dice que me acusa
con su dedo cardinal
resto algarabía a la historia que me llama
y visto la blusa de sudar mañana.


Considerando la adición a anémicas sustancias
dados al vicio los reiterativos dedos de carpos calizos
sempiternas veletas que señalan la hora de mi muerte
sus manecillas tristes y sensoras palpitan digitales
cuando indican la alquimia de la piedra
que yerma amenaza mi frente con un golpe
de minutos turmalina hora gema
el cuarzo azul que en mi cabeza hace sangre pedernal.


Considerando en fin el número aritmético y plano
(geográfico elenco de sobresaltos y tristezas)
que leo y leo a mi amigo Juan a mi amigo Pablo
y también a César
digo
qué vida sin la palabra de ellos
qué puta vida.


Considerando que la vida el tiempo
acarrea errores
y muy poco acierto
lamentando el discurso de mi carne de cisne
o mis plumas de tigre transparente
me dispongo valiente a ser un héroe
un soldado un militante ariete ácido
me adentro en el adentro de las cosas
y soy dispuesto.





Les Jardins de Ziryab - Anouar Brahem





PHOETICBLOG



Este blog suele claudicar de vez en cuando y se deja de zarandajas maximalistas: tan sólo publica poemas de Tomás Rivero; y sabiendo como sabe que otros muchos poemas hay, se pliega, se hace manso y encuentra, como en esta ocasión (phoeticblog) poemas como este que todos podemos disfrutar en el blog de Virgi. Y que amable y solidariamente ha dejado que lo arrastre hasta este blog egoísta.

Gracias Virgi.


La mar estaba medio amochada. Lo decían los barqueros. Columbraban a los pejes como idos, atontolinados. Los más ancianos se iban a la morra más alta, donde las tabaibas enormes, y desde allí, veían una clarea distinta, un oleaje diferente, como si la mar estuviera aboyada, esperando algo ancestral. Estaban los ñangas, que a todo tenían temor, y los culichichis, que iban con los últimos rumores de un lado a otro. Y cómo no, los valientes que margullaban sin miedo buscando novedades en el fondo del mar.
En el mentidero, asocados en el muro encalado cada verano, se tomaban un buchito de café recordando los tiempos de la última erupción, aquella del Teneguía que varias veces lograron divisar desde la isla. Y ahora les tocaba a ellos, cerca de la orilla, cerca de sus nasas y sus pandorgas, debajo del vuelo de los guirres y las pardelas. Habían crecido rodeados de lava, bajo sus pies, por detrás y por delante, cerca y lejos, y ahora venía de nuevo la fogalera inmensa y creciente.
Con el rebunbio de la noticia, el pueblecito había saltado a la primera página de las noticias. El volcán trastocaba sus vidas y nosotros, vecinos, y también descendientes de la lava, nos agoniábamos con ellos. Desinquietos y algo fachentosos por el orgullo de ser volcánicos, hubiéramos querido tener un mirafondo gigante para contemplar lo imposible.
El fuego saldrá otra vez y seguiremos siendo hijos del volcán, de las estrellas, del salitre, de los cardones y los bucios. Y el mar, es su inmensidad, será, quizás, un poco más chico, para que los canarios podamos, con suerte, presumir de una isla nueva.