Desesperadamente recorro los rastrojos
con el cabello largo y mojado de siglos
donde la piedra adrede
se estremece en perdones
dándome el orden plácido
que merecen mis sienes.
Yo era un hombre ánimo
amaestrando serpientes
y en el desierto predico
a un sordo pretendiente.
Con el cabello largo recorro los rastrojos
desesperadamente mojado de siglos.