lunes, 13 de junio de 2011

SIERVO DE LA GLEBA


Que yo sea un siervo de la gleba
y que a mí me aten,
y que tú difundas desastres

o quiebras personales
con la alegría suficiente

y la rotunda tristeza
como para hacer del disimulo un arte.
Que yo sea vil y pendio, infamante o vílico
más nunca señor de la hacienda y sus enseres;
aspira sus aromas,

las maderas, los sacos de simiente,
haz que tu sangre viva
rodeada de mágicos impulsos

y nazca de mi carne
el vital hilo de vida que nos ata.
Sea yo, por tanto, un fracasado varón,
tú una sombra hembra o una hembra santa,
yo un mayordomo torpe, tú una fruta quieta
sobre bandeja de plata madurando.
Yo, siempre, un siervo de la gleba.

Sometido a un nombre que nunca tuvo letras.



Marianne Faithfull - Sister Morphine

El Hombre Ánimo

















Él era un habitante de Pangea
era un guerrero pálido
de una tierra febril.
Donde habitó primero sola figura
y dejó luego sólida forma
iba desde el cenit amargo
abandonando su replegada sombra
sobre esfinges y tumultos
estatuas y líquenes de bruñida plata.
Los aires ardientes con furia dejaron su silueta
impresa en piedras
y se inclinó fósil sobre abismos
recorrió como luz placas tectónicas
flotando sobre el fuego
alimentado por encrespados magmas
de violentos volcanes ígneos.
Y fue nieve aquel día que sus ojos
cruzaron el umbral del trópico
condenándose a ser soledad
en la sabana un breve instante
nieve perpetua
un eterno glacial.