miércoles, 6 de abril de 2011

Baudelaire


……………………………………..Pero atónito,
¿qué buscan –me pregunto- los ciegos en el cielo?

Charles Baudelaire nació en París, el día 7 de abril de 1821. Aquél día, fue un día despejado. Sin nubes. No había aguaceros que despejasen la futura muerte de Vallejo, ciento diez y siete años después, el 15 de abril de 1938. Así que el cholo se murió en París y no se corrió. A Baudelaire le dio lo mismo. Algunos poetas, por muy poetas, no se adivinan en el tiempo, los unos a los otros.

Hoy, 7 de abril de 2011, 190 años después, Baudelaire de no haber muerto, tendría un fuerte dolor de cabeza. Y le faltaría toda la dentadura. Tendría un blog que se llamaría Caroline, como su madre. Y nadie le querría publicar un poema. Es más ni leerlos. Uno es víctima propicia de su tiempo. Entre el romanticismo y la cirrosis andas siempre muñeca. Perdón.
De blogero triste, un día se pegaría un tiro. Y “Las flores del mal” (el título lo dice: para qué quieres unas flores, que después de pelear con su adeene, hemos conseguido que no huelan) que tantos quebraderos de cabeza le dio, borradas del disco duro.
Y Théophile Gautier, romántico empedernido recitó estos versos de su amigo: “Tú sabes, lector, del sutil monstruo, / tú, hipócrita lector –mi igual-, ¡hermano mío!
Evidentemente todos sabemos a qué monstruo se estaba refiriendo Baudelaire: La Red. Que como esas redecillas goyescas que recogen el pelo, nos tiene recogidos también a nosotros. De casa a la “performance”, que es como quedarse en casa, pero haciendo el momio en público.
Y yo, 190 años después, me sigo preguntando a qué venía ese paréntesis dentro del verso:-mi igual-. ¿Iguales de qué? Demagogia. Nunca lo hemos sido ni lo seremos. Ya nos hemos encargado entre todos de impedirlo.

Viva Charles Baudelaire. También él es espectáculo. Una forma distinta de mirarse en el espejo. Una forma meliflua de abrir el frigorífico. Y cenar lentejas guisadas.
Mas le queda un campo sin explorar al poeta de París, el del proletariado de 2011, que ahora está en crisis como nunca, y posiblemente se quede flaco, melancólico y lacio: cerca por fin del romanticismo y sus aledaños, por falta de papeo. No hay mal que por bien no venga.

P.D.

Tengo una edición de “Las flores del mal” del año 1966, (Editorial Mateu) traducción de Ana María Moix (la panzada de traducir que se pegó esta mujer) y un “come come”: ¿cuántas monedas de oro me darían hoy por ella, teniendo en cuenta la hermosura de sus páginas amarillas y la grasa dactilar, color marfil, que fui dejando en ellas?
Pregunta de imbécil.

francotiradores



Desde este dilatado deseo
que dura tanto y se propaga
busco la oquedad sagrada y oscura
de tu cuerpo aniquilado.
Desde estas peligrosas áreas
sojuzgadas e invadidas
hasta tu soledad
intima y descalza
en breve me dirás
que todo sobra
se rebosa y acaba
en este ministerio
de tropel y grutas
al otro lado confuso y turbio
de nuestra apostada ternura
de francotiradores blandos.