martes, 8 de febrero de 2011

Libídine

Libídine tu nombre avrevia mi escritura
de hombre con pestañas de plomo
y carne de otra tribu pelo de ave
Me quemo me expando entre las llamas
cuando ya no espero que nadie
me salve del fuego que sólo en mí se aviva
Me asombra la fresca oscuridad que nadie tuvo:
la otra luz que brota de la ceniza
del cielo plomizo y gris de los rescoldos
y me procura.

Morada enredadera


Amada, responde a esta pregunta:
¿De qué parte del mundo deviene lo sagrado
que tu mirada oculta cada vez que te miro,
cada vez que te beso y cierras los ojos
diciendo que así me ves en lo más
recóndito de ti?
Y tú, queda, respondes:
Hazme de nuevo la pregunta,
házmela siempre,