sábado, 11 de junio de 2011

Dos poemas nocturnos (*)






El lobo se comió los parpados
y los ojos se cerraron
sin ventanas al mar
a la amapola roja
que creció de envidias
junto a su hermana blanca
era la nieve una gota de sangre
una pradera sin ojos
que envidiaba al mar.


Salí a mear al parque
donde orinan los perros
fumé mirando al cielo
la noche la galaxia de leche.
Tomé fresas con miel
aprendí que tus bragas
eran comestibles
y dormí sobre tu pubis
de garabatos y cobres.
Me hice un hombre tenso
aprendí de la mañana
los largos silencios.


(*) Sin que sirva de precedente, hoy
escribo este poema para el blog.

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