jueves, 29 de abril de 2010

SIERVO

Que yo sea un siervo

Que yo sea un siervo de la gleba
y que a mí me aten,
y que tú difundas desastres o quiebras personales
con la alegría suficiente y rotunda
como para hacer del disimulo un arte.
Que yo sea vil y pendio, infamante o vílico
más nunca señor de la hacienda y sus enseres;
aspira sus aromas, haz que tu sangre viva
rodeada de mágicos impulsos y nazca de mi carne
el vital hilo de vida que nos ata.
Sea yo, por tanto, un fracasado varón,
tú una sombra hembra o una hembra santa,
yo un mayordomo torpe, tú una fruta quieta
sobre bandeja de plata madurando.
Yo, siempre, un siervo de la gleba.